Lenin, el principal dirigente de la Revolución rusa, que se produjo hace
cien años y que llevó a los trabajadores a poner en pie un Estado
obrero, fundador del Partido Bolchevique y de la Tercera Internacional y
uno de los principales teóricos del marxismo. Hace 94 años fallecía un
21 de enero de 1924 en Gorki, cerca de Moscú.
“Marx es el profeta de las tablas de la ley y Lenin el más grande
ejecutor del testamento, que no sólo dirigía a la elite proletaria, como
lo hizo Marx, sino que dirigía clases y pueblos en las ejecuciones de
la ley, en las situaciones más difíciles que actuó, maniobró y venció.” León Trotsky
Un partido para la revolución
A comienzos de la década de 1890 grupos de jóvenes en Rusia estudiaron a Marx pero “solamente uno logró asimilar a fondo la doctrina, subordinándole tanto sus pensamientos como el mundo de sus sentimientos y supo por eso elevarse por encima de ella, convertirse en un maestro, mientras que la doctrina era un instrumento. Y este ser único fue Vladimir Ulianov”, más conocido como Lenin. Su principal preocupación giró en torno a las formas que debía adoptar un partido revolucionario en Rusia, cuestión que lo llevó a desarrollar las primeras divergencias con quiénes habían sido sus maestros, como Plejanov, fundador del marxismo ruso. Éstas, que al principio parecían secundarias, llevaron a la ruptura de los marxistas rusos en los dos grupos: bolcheviques y mencheviques.
Uno de los aportes fundamentales de Lenin fue fundar y dirigir el
Partido Bolchevique, que se forjó durante años de trabajo legal e
ilegal (por la persecución del zarismo) y se preparó para dirigir la
revolución más grande de todos los tiempos y para enfrentar los grandes
hechos históricos de la época, como la guerra mundial.
Para el triunfo de la revolución los trabajadores necesitan una
herramienta política, o sea un partido, que pueda dirigir la toma del
poder, que tenga una orientación flexible ante cualquier cambio de las
circunstancias, un plan meditado de ofensiva, prudencia en la
preparación técnica y audacia para dar el golpe. La gente no hace la
revolución por gusto, ésta se produce cuando no queda otra alternativa,
cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, éstas
rompen las barreras que las separan de la palestra política, derriban a
sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto
de partida para el nuevo régimen. “El principal elemento, vital, de este
proceso es el partido, de la misma forma que el elemento principal y
vital del partido es su dirección. El papel y la responsabilidad de la
dirección en una época revolucionaria son de una importancia colosal”,
escribe Trotsky.
La Revolución
La Revolución Rusa comenzó el día Internacional de la Mujer que en el calendario ruso era el 23 de febrero, las obreras de varias fábricas de Petrogrado pararon al grito de “¡abajo la autocracia!” y “¡abajo la guerra!” y las siguieron los obreros del barrio de Viborg, dirigidos por los bolcheviques. Días después, el zar Nicolás II renunciaba al trono del Imperio Ruso.
A doce años de la primera revolución (1905), en Petrogrado, renació
el Soviet, un organismo compuesto por delegados obreros y soldados (en
su mayoría campesinos armados por la guerra). Pero la dirección de éstos
estaba en manos de los partidos menchevique y socialrevolucionarios,
que buscaban conciliar con la burguesía y le daban su apoyo al Gobierno
Provisional burgués.
Durante el primer mes y medio, en el Partido Bolchevique primó la
confusión, con sus principales dirigentes aún en el exilio. El partido
había jugado un rol histórico importante en la revolución de febrero, ya
que era parte de la vanguardia obrera que protagonizó la insurrección
que derrocó al zar, pero no pudo evitar que el poder pasara a manos de
la burguesía, del Gobierno Provisional. Producto de las ilusiones
populares depositadas en este nuevo gobierno, se fue imponiendo en el
partido una línea de apoyo crítico a este gobierno.
La revolución encontró a Lenin en Suiza. Sus intentos de llegar a
Rusia se toparon con la oposición del gobierno británico y decidió
viajar a través de Alemania. Al bajarse del tren en Petrogrado Lenin dio
un discurso donde planteó que el derrocamiento del zarismo era sólo la
primera etapa en la revolución. La revolución burguesa ya no podría
satisfacer a las masas. La tarea del proletariado era armarse,
fortalecer el poder de los soviets, despertar a los distritos del país y
prepararse para la conquista del poder supremo en el nombre de la
reconstrucción de la sociedad sobre bases socialistas. Ese 3 de abril
miles de obreros y soldados celebraron su llegada.
Lenin venía a reorientar radicalmente la estrategia y la táctica
bolchevique expresando en un breve escrito lo esencial de las nuevas
tareas en la revolución, conocido como las "Tesis de Abril". Allí
caracteriza la guerra imperialista y señala qué actitud deben mantener
los socialistas, explica la táctica de enfrentamiento al Gobierno
Provisional y la necesidad de una lucha paciente por conquistar la
mayoría de la clase obrera y los soviets para una política
anticapitalista. En él, desarrolla cómo los soviets, desembarazados de
la tutela de la burguesía, eran no sólo magníficas organizaciones de
autoorganización obrera, sino también “la única forma posible de
gobierno revolucionario” y la base para construir un nuevo Estado.
El gobierno continuaba con la guerra y esto generó un descontento muy
grande entre las masas que, los primeros días de julio, realizaron
manifestaciones armadas en Petrogrado. Pero en las provincias no se daba
la misma situación, ni entre los campesinos, ni entre los soldados.
Había un peligro de que el alzamiento prematuro fuese aplastado. Los
bolcheviques, conscientes de esto, intentaron contener a las masas y
propusieron una manifestación pacífica. El gobierno hizo correr un rumor
de que Lenin era un espía alemán; ilegalizaron el Partido Bolchevique,
detuvieron a Trotsky y a otros dirigentes y Lenin tuvo que pasar a la
clandestinidad. La contrarrevolución ganó las calles y en agosto, el
General Kornilov quiso ir por más e intentó un golpe de Estado que fue
derrotado por trabajadores y soldados dirigidos por los bolcheviques.
Luego de las Jornadas de julio y de los acontecimientos de agosto los
bolcheviques obtuvieron la mayoría en los Soviets de Petrogrado y
Moscú. Lenin exclamó enérgicamente “¡Ahora o nunca!”. Como escribe
Trotsky: “Además de las fábricas, los cuarteles, los pueblos, el frente y
los soviets, la revolución tenía otro laboratorio: la cabeza de Lenin”.
El 25 de octubre apareció en el Instituto Smolny donde funcionaba el
Comité Militar Revolucionario dirigido por Trotsky y desde allí llevaron
adelante el plan para la toma del poder. Ocuparon los edificios
estratégicos de la capital, las oficinas de correos y telégrafos y las
principales vías de comunicación. La planificación fue impecable y
encontró poca resistencia a su paso hacia el Palacio de Invierno, sede
del Gobierno Provisional. La toma del poder se dio en la madrugada
previa al comienzo del Segundo Congreso de los Soviets; se disolvió el
Gobierno Provisional y se instauró un gobierno de la clase obrera.
El escritor
Lenin desde joven realizó un continuo esfuerzo por su formación intelectual, por la defensa y el desarrollo de la teoría revolucionaria en función de las acciones necesarias para realizar el objetivo de la toma del poder por la clase obrera y por la revolución socialista internacional. A lo largo de su vida escribió una enorme cantidad de textos al calor de los acontecimientos que le toco vivir. Fue un gran escritor que con su obra guió e inspiró a generaciones de revolucionarios.
En los meses que estuvo obligado a la clandestinidad desde el 6 de julio hasta el 25 de octubre, escribió su libro El Estado y la revolución,
dedicado a reflexionar sobre los problemas teóricos del Estado. Como
afirma Trotsky no podía ser de otro modo: para él la teoría es una guía
para la acción. “Por el simple hecho de reconstruir la teoría de clase
del Estado sobre una nueva base, superior históricamente, Lenin da a las
ideas de Marx un nuevo carácter concreto y, por tanto, una nueva
significación. Pero la importancia mayor de la obra sobre el Estado
consiste en que es una introducción científica a la insurrección más
grande que haya conocido la historia (...) preparaba a su partido para
la conquista revolucionaria de la sexta parte del mundo”. Para Lenin “si
el Estado pudiera simplemente ser adaptado a las necesidades de un
nuevo régimen, no habría revoluciones. Pero la burguesía misma ha
logrado siempre el poder por medio de insurrecciones. Ahora llega el
turno a los obreros”.
Una muerte prematura
En 1922 sufrió el primero de una serie de infartos cerebrales que irán destrozando su salud. En 1924, con el cuerpo paralizado e incapaz de hablar, Lenin dejaba este mundo a los 53 años. En su testamento político, Lenin señalaba los peligros de la burocracia y planteaba retirar de su cargo de Secretario General del partido a Stalin, pues lo consideraba la cabeza visible de la misma.
Su funeral fue una muestra de amor y dolor de parte de millones. Fue
un trabajador incansable sin par. Trotsky lo despedía así: “Lenin ya no
existe, pero el leninismo perdura. Lo inmortal en Lenin, su doctrina, su
trabajo, su método, su ejemplo, vive entre nosotros, vive en el partido
que él fundó, vive en el primero Estado Proletario del que fue cabeza y
guía”.